Mises sobre las causas de las crisis económicas y su actualidad para entender la inflación y el dinero

El ciclo económico de auge y caída no es un resultado natural del capitalismo de libre mercado, sino más bien de la intervención del gobierno.

Richard M. Ebeling

En cuanto a los próximos años, ¿América y el mundo seguirán una ola de crecimiento económico, mejores niveles de vida y cambios tecnológicos que eleven la calidad de vida? ¿O será esto, al menos en parte, un auge económico artificial que termine en otro colapso económico?

Leer teorías económicas nunca es una tarea fácil. Pero la teoría austríaca del ciclo económico ofrece pistas de lo que se puede estar cocinando. En 1928, el famoso economista austríaco Ludwig von Mises publicó una monografía titulada Las causas de las crisis económicasEra una extensión de su trabajo anterior, The Theory of Money and Credit(1912).

Muchas cosas han sucedido, por supuesto, en las últimas nueve décadas: la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, el fin de la Unión Soviética, montañas rusas de inflaciones y recesiones, el reemplazo del oro por dinero de papel, el dramático expansión del estado de bienestar y una era de deuda gubernamental alimentada por el gasto deficitario para cubrir los costos de la generosidad política.

Sin embargo, las leyes de la economía no han sido revocadas. Como resultado, las causas similares aún producen efectos similares. Las leyes de salario mínimo aún siguen dejando a algunos trabajadores fuera del mercado laboral cuyo valor agregado al empleador es menor de lo que el gobierno dicta que debe pagar. Los controles de renta y las leyes de zonificación restrictivas crean escasez de viviendas cuando el gobierno interfiere con los precios basados ​​en el mercado.

El análisis monetario y del ciclo económico de Mises sigue siendo relevante hoy

Esto no es diferente en el área del dinero y la banca. Cuando Mises publicó la Política de Estabilización Monetaria y Cíclica en 1928, la mayoría de los principales países del mundo todavía tenían alguna versión del patrón oro. Pero ese mundo todavía se estaba recuperando de las catástrofes políticas, económicas, sociales y monetarias de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y estaba al borde de la Gran Depresión.

Entonces, como hoy, muchos gobiernos estaban ocupados manipulando el suministro de dinero y crédito. Los objetivos de los gobiernos y sus bancos centrales pueden haber sido algo diferentes hace noventa años, pero siguieron la misma lógica que hoy: la planificación central monetaria con la intención de administrar la economía en su conjunto.

En Estabilización monetaria (capítulo 2 de Las causas de las crisis económicas), Mises recordó a los lectores que antes de 1914, las principales naciones del mundo, especialmente en Europa y América del Norte, tenían sistemas monetarios basados ​​en un patrón oro. Éstos eran, de hecho, patrones de oro administrados por el gobierno a través de los bancos centrales nacionales, pero, no obstante, limitaron la cantidad de dinero que estas autoridades podrían inyectar en sus respectivas economías. En un grado notable, enfatizó Mises, había quitado la mano del gobierno del mango de la imprenta monetaria. Todavía había formas en que los gobiernos podían influir en el sistema monetario y el valor del dinero, pero los métodos eran más indirectos y menos abiertos a la manipulación.

A raíz de la locura monetaria durante e inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, cuando algunos países sufrieron hiperinflación masiva (como Alemania y la tierra natal de Mises, Austria), hubo intentos vacilantes y parciales de volver a las versiones del patrón oro.

Estabilización del nivel de precios frente al cambio de valor del dinero

En la década de 1920, el objetivo de la política monetaria del gobierno, especialmente en los Estados Unidos, se convirtió en la estabilización del nivel de precios. Los economistas estadounidenses, como Irving Fisher, argumentaron que los bancos centrales deberían administrar la creación de dinero y crédito para mantener precios estables. Esto requeriría inyecciones de grandes cantidades de dinero en la economía cuando un índice general de precios se midiera como tendencia a la baja y retiradas de dinero de la economía cuando dicho índice de precios tiende a aumentar.

La respuesta crítica de Mises fue doble. Primero, señaló que todos los índices de precios generales eran ficciones estadísticas que no tenían validez científica absoluta o precisión. El dinero es el medio de intercambio más utilizado y generalmente aceptado. Facilita un intercambio de bienes y servicios más fácil y menos costoso entre multitudes de operadores de mercado.

Pero el dinero no tiene un precio único o una relación de intercambio en el mercado, a diferencia de otros bienes. En una economía que usa dinero, se convierte en la práctica y el patrón para que todos intercambien primero el bien o servicio que se especializan en ofrecer en el mercado por una suma de dinero: dos dólares por una caja de cereal para el desayuno; veinticinco dólares para una comida de restaurante; setenta y cinco dólares por un par de jeans azules; cuatrocientos dólares para lentes de sol recetados, etc. Por lo tanto, cada bien ofrecido en el mercado tiende a tener, competitivamente, un precio de mercado en cualquier momento: su precio monetario.

Pero el dinero en el mercado, a diferencia de otros bienes, no tiene un precio único. Posee tantos precios como los bienes contra los cuales opera. Por lo tanto, el valor general o el poder adquisitivo del dinero se representa en el conjunto, matriz o estructura de los precios monetarios relativos.

La ficción de los índices de precios

Durante muchas décadas en el siglo XIX, los historiadores económicos y los estadísticos habían trabajado diligentemente para idear varias formas de construir “índices numéricos” como una medición promedio del valor general del dinero y los cambios en él. Pero Mises se había hecho muy conocido como crítico de tales intentos. Señaló los límites en la construcción de una hipotética “canasta” de bienes, cuyo valor o costo debía rastrearse a lo largo del tiempo:

  1. Tenía que haber una decisión sobre qué productos debían considerarse “representativos” de las compras de un consumidor medio y colocarse en esta cesta imaginaria cuando en realidad hay tantos patrones de compra para diferentes productos y combinaciones de bienes como individuos. tomar decisiones en el mercado;

  2. Tenía que haber una decisión sobre el “peso” asignado a cada bien en la canasta imaginaria; es decir, una cantidad relativa de cada bien supuestamente consumido por período de tiempo para seguir el costo de compra de la canasta. En realidad, estas cantidades relativas pueden variar ampliamente según las preferencias y la capacidad de pago de cada persona;

  3. Era necesario suponer que, a pesar de constantes cambios en el mercado real y las demandas que podrían influir en la disposición o capacidad de una persona para comprar diferentes cantidades o tipos de productos en esta canasta, los patrones de compra de este consumidor representativo permanecieron iguales a lo largo del tiempo. ; y,

  4. Era necesario suponer que los cambios en las cualidades y características de los productos ofrecidos en el mercado no influían en el juicio de este consumidor representativo sobre el valor real real de ninguno de los productos que de otro modo podrían afectar las decisiones de compra de este comprador artificial.

Sin alguna versión de estas suposiciones, no hay un denominador común: una canasta dada de bienes particulares no cambia en los montos relativos comprados debido a que no hay cambios en los patrones de compra del consumidor artificial representativo de un cambio en el sabor o precio relativo o valor de los artículos comprado-tan para comparar lo que cuesta la misma canasta de bienes durante largos períodos de tiempo. (Y, por lo tanto, si la canasta se ha vuelto más o menos costosa para comprar “mañana” en comparación con “hoy”, o quizás simplemente cuesta lo mismo).

Los detalles y la construcción de varios índices de precios se han vuelto más sofisticados y complejos ya que Mises escribió su crítica original de los métodos de índice numérico (por ejemplo, técnicas “ponderadas por cadenas” para reducir el impacto de cualquier cambio en la canasta al promediar estos cambios). durante periodos de tiempo). Pero las críticas centrales siguen siendo las mismas debido a la realidad de la diversidad y la variabilidad en los patrones de compra de las personas cuyas elecciones conforman el proceso de mercado. 

La complejidad de la inflación y la no neutralidad del dinero

En segundo lugar, Mises enfatizó que cuando se enfoca en el cambio promedio en un “nivel de precios” general, es fácil suponer que los cambios en la oferta monetaria impactan los precios más o menos al mismo tiempo y en el mismo grado. Mises se hizo famoso por llamar la atención sobre el hecho de que los cambios en la oferta de dinero y crédito, de hecho, son “no neutrales” en sus efectos en la economía.

Es decir, los cambios en el suministro de dinero no son como el maná del cielo impactando a todos al mismo tiempo, en el mismo grado. El impacto y la influencia de cualquier cambio monetario reflejan el punto de “inyección” a partir del cual se introducen. Supongamos que hay un aumento, por ejemplo, en el suministro de oro debido al descubrimiento y la extracción de nuevos campos de oro. El economista clásico del siglo XIX John E. Cairnes remonta la historia de cómo los descubrimientos de oro australianos en los años 1840 y 1850 pusieron en marcha un efecto de ondulación monetaria mundial.

Comenzó en las ciudades y pueblos costeros australianos donde los buscadores de oro y los mineros gastaron su oro recién extraído, elevando los precios de los bienes y servicios particulares que exigían a los comerciantes australianos. A medida que los nuevos suministros de oro pasaban a manos de los comerciantes australianos, exigían más bienes para las importaciones de los mayoristas y fabricantes europeos, lo que poco a poco hizo subir los precios en los mercados europeos. Estos productores europeos gastaron sus nuevos recibos de dinero en oro para aumentar sus demandas de recursos y materias primas y otros insumos, que importaron de América Latina, Asia y África.

Los precios en todo el mundo aumentaron como resultado del aumento en la cantidad de dinero de oro inyectado en el mercado global comenzando en Australia. Pero, como enfatizó Cairnes, hubo una secuencia temporal, con los precios aumentando en un patrón distinto a través del tiempo que refleja quién tenía el nuevo dinero primero, segundo, tercero, y así sucesivamente, provocando un aumento en algunos precios. El resultado final, por supuesto, fue una disminución en el poder adquisitivo del dinero debido a un aumento en la oferta de dinero en relación con la demanda de mantener dinero para transacciones y otros fines. Pero no fue ni proporcional ni simultáneo. (Véase, John E. Cairnes, Essays in Political Economy: Theoretical and Applied [1873] pp. 1-165.)

Ahorro, inversión y la tasa de interés

El otro tema importante en la Estabilización Monetaria fue que la manera institucional en que los gobiernos intentan influir en la cantidad de dinero y crédito dentro de una economía conlleva el potencial de poner en marcha las fases del ciclo económico, es decir, un auge inflacionario seguido por un busto recesivo.

Los bancos centrales inyectan “reservas” adicionales en el sistema bancario que sirven como medio para que las instituciones financieras aumenten sus préstamos a prestatarios interesados ​​y dispuestos. Sin embargo, un medio principal por el cual los bancos con nuevas reservas excedentes pueden atraer a posibles prestatarios para asumir préstamos adicionales es reducir el costo de los préstamos. Esto significa reducir las tasas de interés a las cuales se pueden tener préstamos de dinero adicionales.

¿Cuál es el propósito de las tasas de interés basadas en el mercado? Son los precios intertemporales a los que los ahorristas eligen dejar de lado, durante un período de tiempo, porciones de los ingresos obtenidos anteriormente en forma de ahorros que se ponen a disposición de otras personas que desean acceder a porciones de los escasos medios de producción, con mayor frecuencia , fines de inversión que sus propios ingresos no son suficientes para emprender. Por lo tanto, las tasas de interés están destinadas a facilitar la transferencia y el acceso al uso de recursos y el empleo de mano de obra para usos deseables más cercanos al presente a aquellos que implican procesos de producción más lentos.

Por lo tanto, las tasas de interés del mercado reflejan la oferta y la demanda de ahorros reales y equilibran las dos partes del mercado, por lo que las actividades de inversión se limitan y se llevan a cabo por períodos de inversión consistentes con la voluntad y decisiones de otros ingresos para renunciar el uso de ese ahorro por períodos equivalentes de tiempo.Por lo tanto, las tasas de interés basadas en el mercado coordinan el ahorro y la inversión de manera consistente a lo largo del tiempo. Los planes de inversión tienden a ser compatibles con las demandas de los ahorristas dispuestos a renunciar a los productos terminados en el presente a cambio de más y diferentes bienes de consumo en el futuro.

La expansión monetaria y la manipulación de las tasas de interés

El corazón de la teoría “austríaca” del ciclo económico de Ludwig von Mises es la expansión del suministro de dinero a través del sistema bancario y, como consecuencia, tendiendo a tasas de interés más bajas en los mercados financieros, como cualquier precio artificialmente empujado por debajo de su valor. nivelación de mercado o nivel de “equilibrio”, genera una cantidad demandada en exceso de la cantidad suministrada. En cualquier otro mercado, si el gobierno manipula artificialmente un precio por debajo de su nivel de liquidación de mercado, tiende a provocar una escasez, es decir, un deseo de la gente de comprar más de un bien que está disponible para comprarlo a vendedores dispuestos.

Pero con la expansión monetaria, se crea una ilusión de que, de hecho, hay más ahorros reales disponibles para emprender más inversiones y más inversiones que consumen mucho tiempo, que en realidad es el caso. La gente no intercambia bienes y recursos guardados en el tiempo de manos de ahorradores a manos de prestatarios de inversión, como podría ser el caso en algún sistema hipotético de intercambio directo de trueque.

En cambio, la comercialización de bienes y servicios se realiza mediante el uso del dinero, el medio de intercambio del mercado. Las personas renuncian a comprar todos los bienes y servicios reales que puedan tener con los ingresos monetarios que han ganado anteriormente. Proporcionan ese ahorro de dinero a prestatarios de inversión interesados ​​a través de la intermediación de bancos en los que esos ahorristas han depositado sus ahorros. Esos prestatarios toman esos ahorros a través de los bancos y los utilizan para contratar, comprar y emplear los factores de producción disponibles que se han liberado para tales usos.

Pero, ahora, el banco central ha creado una mayor cantidad del medio de intercambio a través del sistema bancario. Los prestatarios pueden obtener préstamos más grandes, que no representan ahorros reales (en forma de dinero) apartados por ahorradores reales, sino con crédito bancario creado.

Con un aumento en la cantidad de dinero disponible para fines de gasto e inversión en la economía en su conjunto, con el tiempo habrá (todas las demás cosas) una tendencia a un aumento general en los precios , es decir, una posible inflación de precios. Pero un punto central en el análisis de Mises es argumentar que los precios no aumentan simultáneamente o en el mismo grado. El sistema bancario sirve como el “punto de inyección” desde el cual se inicia el proceso inflacionario.

En primer lugar, los precios de los bienes demandados por los prestatarios de inversión tenderán a ser estimulados. El dinero que gastan se transfiere como ingresos adicionales a aquellos a quienes compran (o en el caso del trabajo, a los que contratan) para los proyectos de inversión de diferentes tipos y duraciones que ahora intentan realizar. Aquellos que han recibido estas sumas adicionales de dinero creado como ingresos adicionales aumentan sus demandas de bienes y servicios específicos.

En este proceso inflacionario, algunas demandas y precios necesariamente se elevan antes que otros. Esto influye en la rentabilidad relativa de diferentes actividades económicas y de inversión, lo que, a su vez, influye en la asignación y el uso de recursos, mano de obra y bienes de capital de diferentes maneras en todos los sectores de la economía. Toda la estructura de la economía está sesgada hacia proyectos de inversión mayores y más lentos que, de hecho, los ahorros reales en la economía no pueden mantenerse en el largo plazo.

Insostenibilidad de la fase de auge del ciclo comercial

Las distorsiones inducidas por la inflación no son sostenibles. El uso de recursos a lo largo del tiempo está fuera de equilibrio con el deseo y la disposición de los que realmente ganan dinero para consumir y ahorrar. La “crisis” llega cuando estos desequilibrios finalmente alcanzan un punto de quiebre, y se descubre que la rentabilidad de la inversión esperada se ha desenmascarado como serias inversiones fallidas, muchas de las cuales no solo no son rentables sino que no pueden completarse. Luego, la economía pasa por un período de ajuste, un proceso de “reequilibrio” de precios y costos, así como reasignaciones de mano de obra y recursos entre varios sectores del mercado que se denomina “recesión” o “quiebra” o, cuando es grave suficiente, la fase de “depresión” del ciclo comercial.

Este análisis “austríaco” se convirtió en la base para que Ludwig von Mises y su amigo y protegido más jóvenes, Friedrich A. Hayek, explicaran en los años treinta las causas y las consecuencias de la Gran Depresión. El intento de “estabilizar” el nivel general de precios a través de la manipulación monetaria del banco central, especialmente por la Reserva Federal estadounidense en la década de 1920, creó la apariencia de una economía sana, bien equilibrada y en crecimiento. De hecho, debajo de la superficie de ese nivel de precios relativamente “estable”, la política del banco central había generado patrones desequilibrados y distorsionados de actividades de inversión y usos de recursos que significaban que los “buenos tiempos” estaban llegando a su fin.

La severidad y la duración de la Gran Depresión, argumentaron los economistas austriacos, no se debieron a defectos inherentes en la economía de mercado, como insistieron John Maynard Keynes y los “keynesianos” que lo siguieron. Fue debido a los gobiernos, incluido el gobierno de Estados Unidos bajo Herbert Hoover y Franklin D. Roosevelt, que introdujeron regulaciones, controles, intervenciones y cargas impositivas que impidieron que el mercado “reequilibrase” con éxito la economía.

Relevancia del análisis de Mises para la situación monetaria y financiera actual

La crisis financiera y económica de 2008-2009 puede analizarse fácilmente dentro del marco “austríaco”: una gran expansión monetaria, tasas de interés artificialmente bajas y normas de crédito reducidas fomentaron la inversión insostenible, la vivienda y el auge del gasto del consumidor que finalmente terminó con una importante caída del mercado.

Esto fue seguido por una lenta recuperación económica con distorsiones potencialmente nuevas debido a una mayor expansión monetaria y manipulaciones de tasas de interés desde 2009 combinadas con una trampa de trucos de la Reserva Federal para influenciar a los bancos a no prestar una buena parte del dinero creado por la Fed en el sistema bancario desde 2009. 

Si se lee cuidadosamente y se reflexiona sobre ello, la Política monetaria y de estabilización monetaria de Ludwig von Mises todavía tiene mucho que enseñarnos sobre el dinero y los problemas de la banca central de nuestro tiempo. Esto incluye una sección en la que Mises argumenta que la única solución duradera a largo plazo para la ocurrencia periódica del ciclo comercial es el final de la banca central y su reemplazo por una banca privada y competitiva.

Articulo original de Richard M. EBeling publicado en FEE.

Nicolas de Oresme y el primer tratado monetario de la historia

En este post quiero rendir homenaje a una obra que ha pasado desapercibida en la historia del pensamiento económico (exceptuando algunos autores) y que es sin duda una obra que inicia un área de la economía que había sido olvidada, sino hasta que Carl Menger pusiera las cosas de nuevo en su lugar.

Estoy hablando de Nicolas de Oresme y su invaluable obra: Tratado sobre el Origen, Naturaleza, Ley, y Alteración de las Monedas publicada en 1357.

El padre de la teoría monetaria

Hasta los tiempos de Oresme se había escrito sobre el comercio, la moneda, el préstamo, y economía en general, pero Oresme es de los primeros autores en dedicar todo un ensayo o tratado específicamente a un tema económico, y más importante aún, dedicado exclusivamente al dinero, por lo que ya podría decirse que la voz de Oresme influyó en posteriores autores que escribieron sobre el tema. En un articulo posterior hablaremos sobre Juan de Mariana, cuyo escrito monetario publicado en 1609 ya presentaba las terribles consecuencias de la manipulación de la moneda, sin embargo, el libro de Oresme es publicado tres siglos antes y he ahí el por qué de su rareza. Empecemos el análisis del libro.

El origen del dinero

A comparación de escritos anteriores como los de Platón y Aristóteles, que ponen en el Estado el origen del dinero. Oresme acierta a poner el origen en el actuar de las personas dentro del comercio, comenzando con el ya clásico ejemplo del trueque, cuyas limitantes ya muy conocidas (como el problema de la doble coincidencia de necesidades) son superadas en cuanto las personas se dan cuenta de lo favorecedor que es el uso del dinero, en palabras de Oresme:

Pero, como en tal permuta y transporte de géneros surgieran muchas dificultades, se les ocurrió a los hombres el uso de la moneda, que fuese el instrumento para intercambiarse las riquezas naturales, con las cuales se socorre, por su esencia (de per se), la necesidad humana.

Oresme no se pregunta explícitamente por qué, pero llega a la conclusión de que los metales preciosos terminaron siendo el mejor dinero posible y cita algunas razones de esto:

…que sea fácilmente manejable, transportable sin esfuerzo y que con una pequeña porción de él se obtengan riquezas naturales en cantidad mayor

También indica que aunque el oro debe ser lo suficientemente abundante no debe llegar a serlo tanto, como sucede con el cobre, pues esto tampoco es deseable.

Sobre la certificación de las monedas

Si bien Oresme pone en los comerciantes el origen de la moneda, también habla de un problema que surgió mientras el comercio se hacia más grande, ya que no había una certeza de que el peso de las monedas con las que se comerciaba fuera tal ya que se tenia que estar recurriendo a la balanza y esto no era suficiente, ya que la moneda podía haber sido aleada con otro metal como el cobre para pasar como moneda de oro puro. Oresme explica que a algunos “sabios” se les ocurrió imprimir una figura en las monedas de tal modo que certificaran un determinado peso y materia de la moneda, como vemos, incluso en la certificación de las monedas Oresme tampoco le da esa influencia al Estado, sino a algunos sabios que podríamos considerar a sabios como personas que eran más inteligentes que el resto de la población y que eran filósofos o teólogos muy respetados.

Pero Oresme si le da al Estado y específicamente al Rey o Príncipe la labor de servir como el que imprime su figura o la que considere adecuada en las monedas, principalmente por que es la persona más conocida y con más autoridad en la comunidad.

En el Capitulo 6 Oresme escribe algo importantísimo, si bien es cierto que el príncipe es el encargado de marcar la moneda y mandar su acuñación NO es el dueño de dicha moneda.

Dado que la moneda es el instrumento adecuado para la permuta de las riquezas naturales, como consta en el capítulo primero, por lo tanto es propiedad de aquellos a quienes pertenecen tales riquezas

Sobre la acuñación de la moneda

Así como la moneda es de la comunidad, por lo mismo se ha de acuñar a expensas de la comunidad. Esto se hace de manera adecuada si los costes de la acuñación se cargan sobre la moneda misma de esta manera: que la materia acuñable, como el oro, cuando se entrega para fabricar moneda o se da contra moneda, se dé por menos dinero de cuanto se pueda acuñar de ella, calculando un precio tasado

Es decir, el Príncipe y la casa de moneda debe acuñar la moneda necesaria y cobrar por ello un precio que sea justo por dichos servicios, por lo que se permite que el valor legal de la moneda exceda apenas su valor intrínseco (algo con lo que Juan de Mariana en el siglo XVI igual estaba de acuerdo en su De moneate mutatione). A esto se le conoce como Señoriaje.

La alteración de la moneda

Oresme explica cinco formas en las que el Principe puede manipular la moneda, sin embargo, aquí nos vamos a enfocar en sólo dos.

Podemos adelantar que cualquier forma de manipulación para Oresme no sólo es vil, sino que podría a mediano plazo hacer considerar al Príncipe un tirano, y no sólo a él sino también a sus sucesores.

Alteración por la denominación de las monedas

Esta era una forma muy común en la que los Príncipes se enriquecían a costa de la gente sin tener que manipular la moneda en si, bastaba en que en favor de alguna ley arbitraria impuesta por el Príncipe, se cambiara la denominación de alguna proporción entre las monedas.

Pero si otros nombres y monedas utilizamos en lugar de aquéllos, nunca, sin embargo, se han de modificar en vano. Veamos, por ejemplo, tres tipos de monedas: la primera vale un denario, la segunda un sueldo, la tercera una libra. Si se cambia la denominación de una y no la de la otra, se variará la proporción, sin embargo, una moneda altera su denominación, que la otra también se altere proporcionalmente; así, si la primera es llamada dos denarios, que la segunda sea llamada dos sólidos y la tercera dos libras. Si no se hiciera la otra modificación, sucedería que las mercancías se adquirirían proporcionalmente a mayor precio

Alteración del peso y materia de las monedas

Para empezar, Oresme califica de ilícita dicha alteración, pues el hecho de que el Príncipe certifique una moneda es precisamente para confirmar su peso y su materia, y el modificarlo sin que se trate de una nueva moneda es una mentira y un total fraude hacia la comunidad.

…recibiría moneda de buen peso y con ellas fabricaría y entregaría monedas de peso alterado. Y esto lo prohíbe Dios en muchos pasajes de la Sagrada Escritura. Pues dice el Sabio: «Pesas diversas y medidas diversas, ambas cosas son abominación para el Señor»

En el Capitulo 13, que es donde observa los daños de la alteración de la materia de la moneda, Oresme hace una especie de justicia etimológica, ya que antiguamente autores como Aristóteles le habían dado a la moneda una etimología diferente a la conocida en la época de Oresme. Específicamente Aristoteles, dicha palabra es “noumisma” que significa “ley“. Sin embargo, Oresme explica que de hecho la palabra moneda viene de “Moneo” que significa “yo te informo“. Por lo que el príncipe no sólo esta cometiendo fraude a su comunidad sino con la propia naturaleza del termino de la moneda.

Sobre las consecuencias y beneficio de la alteración de la moneda

No es sólo que Oresme rechace cualquier alteración del Príncipe por justificaciones morales y teológicas sino que también explica los daños que esto hace al comercio en general y como el Príncipe y sus allegados se benefician a costa de los demás.

Soy de la opinión que la causa principal y final por la que el príncipe quiere aprovecharse de la facultad de alterar las monedas es el beneficio o lucro que de ello puede obtener, pues, de otra manera, en vano haría tantas alteraciones y de tal magnitud.
Y, si dijera, como suelen mentir los tiranos, que tal lucro lo va a invertir en utilidad pública, no debe ser creído, pues por la misma razón me podría quitar la túnica y decir que la necesita por el bien común.

Para Oresme la primer consecuencia de esto es el enriquecimiento ilícito del Principie, y por supuesto, el encarecimiento de las mercancías, y es que Oresme hace un correcto análisis de la inflación que la alteración ocasiona en el comercio. Incluso lo trata como si fuera un impuesto más que el Príncipe tasa a la comunidad, puesto que en cuanto manipula la moneda a su favor es inevitable que los precios empiecen a subir, dicha alza de precios beneficia al Príncipe puesto que podrá saldar sus deudas y gasto con dinero malo y ser el primero en beneficiarse de la acuñación de la moneda buena en el futuro.

Consecuencias en el cálculo económico:

…las rentas en dinero, las pensiones anuales, los alquileres o censos y demás no se pueden, como es sabido, tasar o apreciar adecuadamente. Y el dinero no puede prestarse o fiarse con seguridad. Y lo mismo en otras operaciones semejantes. Incluso muchos no quieren hacer esas ayudas caritativas a causa de tales alteraciones

Consecuencias en el comercio externo

…las buenas mercancías o riquezas naturales cesan de importarse de los reinos extranjeros, donde la moneda así es alterada, pues los mercaderes prefieren, en igualdad de condiciones, dirigirse a aquellos lugares en que circula moneda cierta y buena

Esto resume la famosa Ley de Gresham que nos indica que en una alteración monetaria, la moneda mala siempre va a ser usada primero que la buena perjudicando al comercio.

La alteración de la moneda es peor que la usura

Como hasta el siglo XVIII la economía no existía como una materia o ciencia aparte, formaba parte de la filosofía moral, por lo que no nos es extraño que incluso un genio como Oresme haya aborrecido también la usura. Esto no es nuevo, desde Aristóteles afirmando que el dinero es estéril y por lo tanto va contra natura que produzca más dinero, pasando por las criticas al cobro del interés que hacia Santo Tomas de Aquino. El crédito en la Edad Media era mal visto, sólo permitido a los judíos y a personas que en una situación extrema requirieran un préstamo para salir adelante. Pues incluso un tema tan odiado por los teólogos es pequeño para Oresme comparado con el enriquecimiento del Príncipe por parte de la alteración de la moneda. Explica Oresme:

…el usurero entrega su dinero a alguien que lo recibe voluntariamente. Y éste puede luego ayudarse y socorrer
su necesidad, y lo que da al otro además del capital lo hace según un contrato entre las dos partes. Pero, el príncipe, en la alteración indebida de la moneda, toma siempre el dinero de sus súbditos contra su voluntad, porque prohíbe el curso de la anterior moneda mejor, que todos prefieren a la mala.

Conclusión

Como hemos visto, Oresme es un gran defensor de la no intervención de la moneda, sólo ve como correcta alguna modificación si dicha modificación es mandada o pedida por la comunidad, pero nunca por el Príncipe. Puesto que el sólo querrá beneficiarse a costa de los demás. Si trasladamos esto hacia nuestros tiempos que de ciertas y visionarias eran las palabras de Oresme. Hoy en día calificaría como tiranos a los Bancos Centrales, puesto que manipulan el dinero en favor del gobierno y sus bancos socios que son los que obtienen el dinero “bueno” y al final la gente que es propietaria del dinero se queda con el dinero “malo” ya devaluado por la inflación y por los peligros del monopolio monetario. Desgraciadamente, Oresme nunca apela a la libertad de acuñación de la moneda que hoy los austriacos tanto abogan, pero sin duda fue un férreo defensor de la propiedad de las personas que comercian con el dinero y de los terribles efectos de su manipulación. Es por esto que Oresme debería ser considerado padre de la teoría monetaria, sub-área de la economía que después los escolásticos españoles, Carl Menger, Mises, Hayek, Rothbard y otros austriacos ampliarían en favor de la libertad.

Si la curiosidad les llama y les interesa leer el libro, lo pueden descargar gratuitamente en el siguiente link:

http://www.raco.cat/…/ActaHi…/article/download/191590/287671

La importancia de “El dinero” de Carl Menger

Carl Menger (1840 – 1921) fue el fundador de la Escuela Austriaca de Economía, la publicación de su libro Principios de Economía Política (1871) supuso un antes y un después en la teoría económica, con sus grandes lecciones sobre la economía política, la instauración del valor subjetivo y su debate con los historicistas alemanes que nos dió una enorme lección sobre cual debe ser la correcta metodología de la economía en su genial Methodenstreit (1883). Además de sus enormes contribuciones también fue un gran teórico monetario y nos dejó igualmente, grandes aportaciones que expandirían economistas de la talla de Mises y Hayek, entre otros.

“El dinero” de Carl Menger es uno de los libros de teoría monetaria más importantes de la historia pero al mismo tiempo uno de los más olvidados y poco estudiados por los economistas no austriacos. Forma parte de una serie de artículos que Menger escribió para una revista económica en 1892.

Hasta entonces, el estudio del dinero había requerido una investigación aparte, distanciada de las metodologías usadas en la economía clásica. Sin embargo, Menger logra unir la teoría de la utilidad marginal y la teoría subjetiva del valor con el valor del dinero, es decir, integra en su metodología al dinero y por primera vez, el estudio del dinero se encuentra integrado dentro de la misma teoría del valor.

No sólo por este gran paso metodológico y teórico Menger ya había logrado mucho sino que ademas logra romper con una idea que había iniciado Aristoteles y que plagó a economistas y filósofos durante siglos: la idea de que el origen del dinero le pertenecía al Estado,

Menger rastrea el origen del dinero en el comercio, como una evolución social en el que a través de la astucia de ciertos comerciantes se dan cuenta de que hay ciertos bienes que son más vendibles que otros y gracias a esto logran cumplir de mejor manera su objetivo: comerciar sin perdidas.

Menger llama a esa característica de una mercancía a ser vendida de manera sencilla “liquidez”. Concepto que le serviría para demostrar como es que algunas mercancías lograron convertirse en dinero.

También Menger logra romper con una idea muy difundida hasta ahora: que en todo mercado y en todo momento, existe una relación de intercambio equivalente entre uno o más bienes, es decir; que todas las mercancía tienen un precio que equipara sus valores con el de otras mercancías.
Menger acertadamente advierte que dicha equivalencia no existe pues en todos los mercados no hay un único precio. Sino que hay dos, uno al que se vende y uno al que se compra. Cuando un comerciante quiere comprar una mercancía toma como base el precio de oferta, pero cuando lo va a vender toma el precio de demanda.

Por tal razón, una persona que compra una mercancía no puede vender inmediatamente el bien al mismo precio, sino que tendrá que hacerlo al precio más bajo (el de demanda).

No es sólo que Menger advierte a todos los economistas que una correcta teoría del precio debe poder distinguir entre el precio de oferta y el de demanda y que no basta con hacer promedios pues el diferencial entre estos dos precios (spread) es diferente para todos las mercancías. Sino que también usa este concepto para hablar de otra característica del dinero, y es que el dinero es aquella mercancía cuyo spread (diferencial entre el precio de oferta y demanda) es mínimo, de manera que el dinero es aquella mercancía que está facultada para depositar valor en el tiempo (y mantenerlo) pues si uno quiere vender con dinero debe de estar seguro de que el valor de este se mantendrá en el tiempo y por tal razón algunas mercancías se hicieron dinero (oro, plata, el cacao en la época prehispánica, conchas en etapas primitivas) pues su spread es mínimo y por lo tanto es más vendible y liquido que otras mercancías y es por esta razón que el dinero es un producto del mercado.

Un libro que no tiene muchas páginas pero que tiene un valor inmenso para cualquiera que se quiera adentrar en el turbio y duro camino de entender teoría monetaria.

Es recomendable leer la recién versión editada por Unión Editorial, pues el capítulo 14 contiene un artículo casi inédito del autor llamado “La demanda de dinero en la economía nacional”, donde Menger hace un ataque contra la teoría cuantitativa del dinero y reivindica la teoría de la Escuela Bancaria originaria de Adam Smith cuyo análisis haremos en otra ocasión.