Cuando no nos damos cuenta que el Estado es demasiado grande, convertimos a nuestros vecinos en enemigos

El Estado, con su potencial para imponer y regular a través de la ley, tiene una gran capacidad para influir en la vida de los ciudadanos. Esto puede conducir a conflictos cuando se intenta traducir una amplia gama de pensamientos individuales y creencias en leyes y políticas universales. Cada ley es una forma de obligación impuesta a todos, lo cual puede resultar en violencia si ciertas leyes son impopulares o entran en conflicto con las creencias de algunos.

La amenaza de la violencia estatal es real, en particular si pensamientos o creencias particulares se generalizan e imponen a través de la ley a aquellos que no los comparten. Por lo tanto, la manera más efectiva de promover la armonía, unidad y hermandad ciudadana es limitar la influencia del Estado a las áreas e ideas básicas que tenemos en común, que pueden ser la educación, la salud, la justicia y la seguridad, dependiendo del contexto de cada sociedad.

Este enfoque maximiza el potencial de las ideas comunes para unirnos en lugar de dividirnos. También minimiza el impacto de las diferencias ideológicas que pueden convertirnos en adversarios. Además, al mantener las funciones del gobierno centradas en áreas críticas y limitadas, los ciudadanos pueden estar más conscientes de los problemas existentes, las deficiencias y las demandas necesarias en estas áreas. Esto puede llevar a una mejora en la eficiencia del gobierno y la calidad de los servicios que brinda.

Por otro lado, a medida que el Estado se expande más allá de estas áreas y se adentra en otras esferas de la vida social y económica, aumentan las posibilidades de discrepancias entre los ciudadanos. Con cada nueva intervención estatal, las diferencias pueden llegar a ser tan extremas que los ciudadanos pueden llegar a ver a sus compatriotas como enemigos, erosionando el tejido social y amenazando la paz.

En conclusión, un Estado limitado y concentrado en áreas de consenso general puede ser la clave para mantener la paz social, mejorar la eficiencia gubernamental y minimizar la coerción y la violencia estatal. Es una propuesta que respeta tanto nuestras diferencias individuales como las áreas en las que nos unimos como sociedad.

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