El día de ayer el candidato Andres Manuel Lopez Obrador mantuvo un debate en el programa “Tercer Grado” en el que declaró algunas de sus propuestas en el caso de que llegara a ser presidente. Una de ellas fue: los precios de garantía al campo mexicano en productos como el arroz, maíz, frijol, etc. Además, declaró algo que es una opinión muy popular en los últimos años, la supuesta “tragedia” nacional de que importemos una gran cantidad de maíz siendo que esta es la base de nuestro alimento mas significativo en México: la tortilla.
Por supuesto que si se quisiera revertir esta situación habría que aumentar los aranceles a la importación de maíz o subsidiar el cultivo de maíz en México, lo que conllevaría cargarle ese costo a los consumidores mexicanos que dados a elegir, preferirían un maíz con precios más baratos pues es un producto de consumo básico y muy inelástico de manera que a cualquier cambio en el precio se sigue consumiendo una cantidad muy parecida pues es parte integral de la canasta básica de un mexicano.
Sin embargo, lo que quiere hacer el candidato a la presidencia es una practica conocida como precios de garantía. Un precio de garantía es una forma de asegurar la ganancia a un productor, de manera que pase lo que pase esa persona siempre podrá tener la certidumbre de que el Gobierno le comprara sus productos a un precio mayor al de mercado y éste a su vez lo comerciara a un precio menor, este es una de las formas en las que los precios de garantía se manifiestan.
En microeconomía básica se les conoce como precios mínimos y es una manera didactica de mostrar en un modelo sencillo de oferta y demanda como los controles de precios generan distorsiones en los mercados. Un ejemplo muy citado fue el control de precios en Venezuela de bienes de consumo básicos, la política populista pugnaba que se le asegurara el consumo de ciertos productos a la gente de bajos recursos y con esta idea actuó el gobierno de Chavez. Desde el 2004 Venezuela empezó a fijar precios máximos a los productos para que ningún empresario pudiera subir los precios por encima de ese limite, sin embargo, y como es bien sabido, Venezuela ha estado experimentando una gran cantidad de escasez en sus supermercados pues al empresario no le conviene producir ni comercializar bajo un precio fijado por el Gobierno. En situaciones normales si aumenta la demanda y comienzan a escasear los productos, bajo mecanismos de mercado el productor tendría que subir el precio mientras restablece el stock pero dado que no puede hacerlo (pues está obligado a mantener el precio) no le queda otra cosa que irse a comerciar a otro lado donde no se le restrinja.
En el caso de los precios de garantía no hablamos de precios máximos, sino de precios mínimos, una gráfica sencilla nos permite ver cual es el resultado de esta practica, si con precios máximos teníamos una escasez y posterior racionamiento de bienes, en este caso conseguimos lo contrario: una sobreproducción.
¿Qué efectos tiene en los productos que se garantizan y aquellos que no lo están?
Al establecer un precio mínimo, el Gobierno garantiza a los productores del campo a que pase lo que pase, ellos tendrán una ganancia libre de riesgo. Aunque se tengan las mejores intenciones se puede deducir cual será el resultado, pues al discriminar entre algunos productos y otros, los campesinos verán más rentable y con menos riesgo producir ciertos alimentos, pero a costa de que se dejen de producir otros que si está demandando tanto el mercado interno como el mercado externo. De manera que veremos un exceso de producción en los productos que asegura el Gobierno y una falta de oferta de los demás alimentos, cuyo precio tenderá a subir al menos que se importen de otro país a un precio menor.
Los precios de garantía no mejoran el campo
Lejos de la visión del candidato de MORENA, esto no mejora el campo mexicano, de hecho eleva la improductividad del de por sí débil campo de nuestro país, pues si se tiene la garantía de que produzca lo que produzca el Gobierno me cubrirá no tengo incentivos para mejorar mi forma de producir ni la calidad de mis cultivos por lo que esta política de hecho tiene el efecto contrario: volver aún menos productivo el campo en alimentos específicos que el Gobierno quiere incentivar.
El que a nosotros nos salga más barato importar el maíz de Estados Unidos que producirlo en México es un claro ejemplo de lo que David Ricardo llamó ventajas comparativas, en las que un país exporta aquello en lo que es más eficiente (exportación de aguacates y hortalizas, por ejemplo) e importa aquello en lo que es menos productivo (maíz de Estados Unidos). Sin embargo, estas lecciones tan claras y sencillas que se aprenden desde el curso más básico de microeconomía parece que se olvidan cuando se llega a la política siendo que el comercio internacional y el uso de las ventajas comparativas a nivel global son el resultado del crecimiento que nuestros países han experimentado en los últimos años e incluso factor importante del reducimiento de la pobreza extrema en todo el mundo.
Conclusión
Si el candidato presidencial quiere mejorar el campo, lo peor que puede hacer es usar la política de los precios de garantía, el campo mexicano no es débil porque no se trabaje, claro que se trabaja y mucho, pero se sigue trabajando de manera anticuada. La diferencia entre el trabajador agrícola pobre y uno rico, es que el rico tiene a su disposición maquinaria y bienes de capital con los cuales multiplicar en grandes niveles su productividad. Esa es la gran diferencia entre los campos de países ricos y los campos de países pobres: el capital que se usa.
Solamente con capital y con reglas claras de propiedad privada el campo mexicano puede resurgir, lo que debería pensar cualquier candidato no son precios de garantía ni restringir importaciones, sino disminuir los impuestos, las regulaciones y la burocracia e incentivar al trabajador de campo a tener una visión emprendedora y una educación financiera con la cual poder llevar proyectos más intensivos en capital para que a mediano plazo podamos sustituir importaciones pero por lógica de mercado, no por lógica de política intervencionista.